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¿QUÉ... MIRA TU CORAZÓN?
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Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica. (Salmos 66:18-19)

Existen varias maneras de mirar y de ver. Se puede mirar con los ojos físicos que son las ventanas del alma, o se puede mirar con el corazón, a lo cual se refiere el versículo de hoy.

En mi país natal se acostumbra decir que “Todo entra por los ojos.” Y lo dicen refiriéndose principalmente al comercio y a la gastronomía.

En efecto, los ojos son lo primero que usamos para descubrir el mundo exterior. Pero hay un mundo interior invisible, donde residen los pensamientos, las emociones, y la voluntad. Este “mundo” si me permiten llamarle así, es la totalidad del ser espiritual. Y precisamente cuando hablamos del Corazón, nos estamos refiriendo al Centro de ese ser.
Cuando miramos con los ojos físicos podríamos llegar a ver lo inevitable. Pero cuando miramos con el corazón ya se pasa a un plano de consentir, o de almacenar en nuestro interior lo que hemos mirado.

Lo que se almacena dentro de nuestro corazón es porque ya ha pasado por varios filtros: Los sentidos naturales, la mente, sentimientos/emociones, y la voluntad.

Veamos dos jemplos:

>El pecado de Adán y Eva. (Génesis 3:6)  
>El pecado de Acán. (Josué 7:21)
 
Ellos primero vieron, después codiciaron, y luego tomaron, consumando así el pecado.

El señor nos aconseja que cuidemos el corazón ante todas las cosas. (Proverbios 4:23)

¿Por qué?

Porque lo que hay en el corazón controla la vida del ser humano.
Porque …¿De dónde salen los malos pensamientos, las inmoralidades sexuales, los homicidios, los robos, las avaricias, las maldades, el engaño, la sensualidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez?

¡Pues, de dentro del corazón salen! (Marcos 7:21-23)
De modo que si consentimos la maldad en el corazón, nuestras oraciones ya tienen un GRANDE estorbo.

 Por tanto despojémonos del pecado que nos enreda,
Y corramos ligeros la carrera que tenemos delante.
Pongamos nuestros ojos en el autor de la fe: Jesús
Quien por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz.
Que no haya estorbos en toda nuestra carrera,
Sino despojados para poder vivir triunfantes.
 

Que sean limpios nuestros ojos con colirio santo,
Y sea aplicado cada día por las manos del Señor.
Para no acumular maldad en nuestro corazón,
Y para que nuestra tristeza se convierta en canto.
Digamos como David quien hizo esta declaración:
“No miraré la iniquidad y Dios oirá mi oración”

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