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Mostrando las entradas de abril, 2017

MAR ADENTRO

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MAR ADENTRO   Cuando terminó de hablar, (Jesús) dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. (Lucas 5:4) Hay una historia bíblica muy conocida que se titula “La pesca milagrosa.” Haré un breve recuento basada en Lucas 5:1-11 Jesús enseñaba a la multitud junto al lago de Genesaret, también conocido como mar de Galilea o lago de Tiberíades. En la playa había dos barcas. Pero los pescadores, después de trabajar toda la noche y no haber pescado nada decidieron lavar las redes. Jesús entró en una de esas barcas, la barca de Simón (uno de los pescadores) y desde allí enseñaba. Cuando terminó de enseñar a la multitud, le dijo a Simón: “Boga mar adentro, y echad las redes para pescar.” Simón obedeció y fueron tantos los peces que atrapó, que fue necesario llamar a sus compañeros para ayudar en la recolección de la pesca. Simón quedó asombrado, y puesto de rodillas confesó que era un pecador. Mas Jesús le dijo: “No temas; desde ahora

¡ALGUIEN ME HA HERIDO!

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¡ALGUIEN ME HA HERIDO! S on más confiables las heridas del que ama, que los falsos besos del que aborrece. (Proverbios 27:6) Si en alguna ocasión te han herido, dejando tu corazón lastimado hasta el día de hoy, espero que al leer estas palabras puedas meditar acerca del trasfondo de dicho acontecimiento y recibas sanidad. No puedo asegurar que la persona que te causó la herida lo haya hecho precisamente con ese propósito. Pero de algo estoy segura y es que tanto tú como yo hemos sido lastimad@s por alguien que ha profesado amarnos, y después que hemos sido herid@s nos hemos preguntado: ¿”Dónde está el amor”? “¡Si me amara, no me causaría este dolor!” Pero se nos olvida que nosotr@s también hemos causado heridas a nuestros seres más cercanos: padres, hijos, hermanos… ¿Y acaso no los amamos? ¿Somos conscientes que los hemos lastimado? Sin embargo, a pesar de haberles herido, nuestro amor no fue minimizado; sino que un sabor a culpa recorrió nuestro inte

UN ALMA ENCARCELADA

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UN ALMA ENCARCELADA   Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre;...  (salmos 142:7) Estudiando acerca de la vida del rey David y analizando una de las etapas que tuvo que atravesar, podríamos encontrar alguna similitud con relación a nosotros. David amaba profundamente a Dios y su mayor anhelo era tener su presencia; por tal razón, en más de una ocasión le pidió que no quitara de sí su Santo Espíritu. Siendo perseguido por el rey Saúl David tuvo que esconderse en una cueva; la cueva de Adulam , cuyo nombre significa “Refugio”,  y esto fue precisamente lo que hizo David al huir de su perseguidor el rey Saúl. Allí en la cueva David estaba a salvo, pero seguía en angustia; y aunque su cuerpo estaba protegido su alma estaba aprisionada y en riesgo. ¡Claro está que no era por ausencia de personas, por estar solo o por la persecución en sí misma! Pues sus familiares vinieron a él y además se le unieron como 400 hombres entre ellos los afligidos, los e

¡LIMPIÉMONOS!

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¡LIMPIÉMONOS! Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (2 Corintios 7:1) En más de una ocasión hemos hablado del Temor de Dios con relación a la sabiduría. Pero hoy lo trataremos bajo el punto de vista de la santidad. A propósito, la palabra SANTIDAD suena como a “santo” ¿Cierto? Pues, algunas personas todavía consideran que los santos son las estatuas o alguien que ha sido canonizado. Pero te puedo decir que la Biblia habla al respecto de manera totalmente diferente. De hecho, Dios dice que procuremos la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. (Hebreos 12:14) Nos damos cuenta entonces, que la santidad según el anterior versículo, la debemos vivir en toda nuestras relaciones. Por consiguiente, la santidad no es una opción. La santidad es ¡Indispensable! No sé si estás de acuerdo, sin embargo para no entrar en controversia,

ATENCIÓN!

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➖➤➤ ¿QUÉ... MIRA TU CORAZÓN?   Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica. (Salmos 66:18-19) Existen varias maneras de mirar y de ver. Se puede mirar con los ojos físicos que son las ventanas del alma, o se puede mirar con el corazón, a lo cual se refiere el versículo de hoy. En mi país natal se acostumbra decir que “Todo entra por los ojos .” Y lo dicen refiriéndose principalmente al comercio y a la gastronomía. En efecto, los ojos son lo primero que usamos para descubrir el mundo exterior. Pero hay un mundo interior invisible, donde residen los pensamientos, las emociones, y la voluntad. Este “mundo” si me permiten llamarle así, es la totalidad del ser espiritual. Y precisamente cuando hablamos del Corazón, nos estamos refiriendo al Centro de ese ser. Cuando miramos con los ojos físicos podríamos llegar a ver lo inevitable. Pero cuando miramos con el corazón