QUÉ QUIERES SEÑOR?...
Qué Quieres Señor?
Este hombre llamado Saulo, del que habla la presente historia, iba de camino a la ciudad de Damasco con el fin de apresar a los cristianos.
Saulo era un hombre intelectual: hablaba tres idiomas, tenía varias ciudadanías, conocía la Ley de Dios... ¡Pero... a él le faltaba algo muy importante!
La historia de Saulo, aunque
sucedió hace varios siglos, es similar a lo que ocurre hoy en la vida de
muchos hombres y mujeres.
¿Cuántas personas a pesar de conocer varias culturas, de hablar varios idiomas, de tener un buen estatus
económico, político o social, están igual que Saulo?
A ellos les asiste algo
en común: Un vacío interior, la ausencia de Jesucristo en el corazón. Es esto
precisamente lo que los lleva a actuar egoístamente, pensando solo en sus
intereses, a tal punto que se convierten en perseguidores del Evangelio.
¡Hay
algo muy interesante en todo esto!
Mientras alguien
persigue la iglesia, él mismo es perseguido por la gracia salvadora de Cristo,
pues, el Espíritu Santo continúa convenciendo de pecado, de justicia y de
juicio hasta llevarlos al arrepentimiento.
Por tanto un día,
aquel hombre llamado Saulo fue alcanzado. Pero no sin antes, en
tierra ser derribado. Solo allí en esa posición pudo hacer dos preguntas, las cuales deberíamos
hacer todos nosotros al encontramos con Jesús:
¿Quién
eres, Señor? (Hechos 9:5)
Señor,
¿Qué quieres que yo haga? (Hechos 9:6)
La primera pregunta ¿QUIÉN
ERES, SENOR?, apunta al hecho de que no conocemos realmente a Dios, y justo
es lo más importante de nuestra vida. Conocer a Dios nos habilita para
amarle y para obedecerle. Nuestra desobediencia siempre es el reflejo de su
desconocimiento.
Es apremiante un encuentro genuino con nuestro Señor Jesucristo, lo cual nos lleva a rendirnos a sus
pies y hacerle la segunda pregunta:
SEÑOR,
¿QUÉ QUIERES QUE YO HAGA?
Con toda seguridad el
Señor va a responder indicándonos lo que debemos hacer y nosotros le
escucharemos, y le obedeceremos.
¿Por qué digo que
sucederá con toda seguridad?
Porque al corazón contrito y humillado, Dios no despreciará. (Salmos 51:17)
Humillados
estamos seguros que Dios nos responde,
Pero con arrogancia no podemos tocar su corazón.
Él nos está buscando incesantemente y sabe dónde,
Él sabe que por orgullo no queremos oír su voz.
Desde
abajo escuchamos la voz que viene del cielo,
Desde
allí Dios responde a nuestros
interrogantes.
Dios
conoce nuestros sueños y los mejores anhelos,
Pero solo nos atiende cuando no somos arrogantes.
¿Cómo
está mi corazón? dile a Dios en intimidad,
Consideremos
esta pregunta como prioritaria.
Pues
si estamos dispuestos a hacer su voluntad,
¡Claro que obedeceremos de manera voluntaria!
Escuchemos
al Señor hablándonos cada día,
Vengamos ante Él con un corazón humillado.
Lo pide con insistencia para darnos la garantía,
Que si obedecemos permaneceremos a su lado.
Aleluya 🙌
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