El poder de la Palabra


¡LO CONFIESO!

Del fruto de la boca del hombre se llenará su vientre; se saciará del producto de sus labios. (Proverbios 18:20)
Nuestros deseos pueden ser convertidos en confesiones proféticas, porque nuestras palabras son semillas que producen fruto según su naturaleza.

Algunas veces cuando expresamos nuestros deseos sin una convicción, en el fondo estamos declarando sueños y anhelos dentro de las posibilidades. Eso sería como decir: “Si yo tuviera tal cosa, haría esto o aquello.” Dejando entrever cierta frustración y conmiseración; al mismo tiempo, estamos manifestando un sentimiento de dolor y culpa por no tener aquello que anhelamos.

Dice Dios en Proverbios 10:24 “Lo que el impío teme, eso le vendrá; pero a los justos les será dado lo que desean.”
¿Y cómo deben vivir los justos?

La respuesta la tenemos en Hebreos 10:38   “Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma.”

Vemos entonces, que si somos justos (justificados por la sangre de Cristo) andando por la fe, nuestras declaraciones deben ser sin timidez. Deben ser declaraciones expresadas con seguridad. Porque no nos apoyamos en argumentos humanos ni en deseos caprichosos, sino que nos apoyamos en la palabra de Dios que dice:

“Pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito: Creí por lo cual hablé, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos.” (2 Corintios 4:13)
Si hemos creído que en Cristo todo es posible,
Declaremos con toda firmeza esta verdad.
Hablando las palabras del que resucitó y vive,
¡Plantemos las semillas y esperemos cosechar!

No con temor, no con pensamientos de duda,
No digamos nuestros deseos con frustración.
Hablemos la palabra profética más segura,
Digamos en alta voz que Cristo hay solución.

Esta debe ser nuestra confesión cada día,
Para que nuestro ser se impregne totalmente.
Sin vacilación, sin doblez de ánimo ni cobardía,
Sino hablando esta verdad absoluta y perenne.

Es la mejor manera de plantar para cosechar,
Cuando nos apoyamos en lo que dice el Señor.
Así que, si queremos vivir en plena libertad,
Proclamemos la Palabra de Cristo el Salvador.

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